El campo de la conciencia

Antes que nada me gusta recordar dos frases magistrales para abordar el entramado de la realidad y conciencia,  ambas tienen la misma profunda implicancia, pero difieren en el grado de solemnidad.

1- El tao que puede ser expresado no es el verdadero tao. El nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre.

O dicho de otra forma igual de profunda pero menos solemne

2- «Pienso que quizás el problema más importante es que estamos intentando entender el funcionamiento interno del multiverso a través de un lenguaje creado para decirnos unos a otros cual es la mejor fruta.»

Terry Pratchett

Nada es más evidente y al mismo tiempo difícil de definir que la conciencia. Al  mismo tiempo nada es mas elusivo de transferir, porque la única forma de hacerlo es la experiencia directa de la  misma.

La experiencia directa del campo de la conciencia es este preciso momento único, impersonal, ilimitado, inmanente al ojo que todo lo observa. (Que es un solo ojo y no dos, porque no es dual).

La conciencia donde surge la realidad es única,  pero estamos tan identificados con el contenido de la conciencia, los nombres y las formas, que se nos hace invisible como el agua al pez aunque nunca hemos estado fuera de su naturaleza.

La analogía del pez en el agua funciona en muchas maneras, porque además como comenta Stanislav Grof uno de los fundadores de la psicología transpersonal, Doctor en medicina Psiquiatría y Doctor en Filosofía, “la conciencia no se encuentra confinada al cuerpo”.

 

En mi experiencia personal buscar la conciencia en el cuerpo es como buscar a los hombres que tocan en la orquesta sinfónica dentro de la radio.
Nunca hemos visto, olido, experimentado nada fuera de la conciencia unificada pero valga la paradoja nos percibimos a nosotros y a nuestro entorno desde una realidad fragmentada.

 

¿De donde viene esta realidad craquelada?

Ken Wilber, un filósofo actual a quienes algunos denominan el Einstein de la conciencia nos puede tirar un disparador interesante: 

« Los límites son ilusiones, productos no de la realidad, sino de la forma en que mapeamos y editamos la realidad. Y aunque está bien trazar el territorio, es fatal confundir a los dos»

Nuestro mapeo del mundo, el GPS que nos permite funcionar en la cotidianeidad se ha vuelto tan importante que hoy, salvo por algunas técnicas arcaicas del éxtasis, hemos olvidado cualquier otra forma de manejar.

 

Hemos hecho un mapa excelente de la realidad que nos permite llegar realmente muy lejos y al mismo tiempo nos hemos quedado encerrados en un mapa olvidando que no solo un límite, sino más allá del mismo la realidad se vuelve tan diferente al terreno conocido que le dibujamos dragones, elefantes que sostienen al mundo o alienígenas en platos voladores. Nos hemos olvidado tanto de los límites del mapa que cuando vemos algo fuera de ello, nos planteamos que es una realidad completamente ajena.

Volvamos, nos quedan varios peldaños hacia la madriguera del conejo blanco.

Entonces esto que estamos experimentando, con todo lo que incluye ES, con mayúsculas, el campo impersonal de la conciencia, no podemos experimentarnos fuera de ella. Vamos entonces por el otro lado. ¿Podemos actualizar el mapa del GPS? ¿Podemos volver a manejar mirando el paisaje y no el mapa?

Sí, infinidad de formas, muchas de ellas fueron catalogadas como técnicas arcaicas del éxtasis por Mircea Elliade. Como el canto, la danza de los derviches, la meditación, el quietismo, el uso de enteógenos, hacer una peregrinación de cientos de kilómetros en la soledad del bosque en camino primitivo de Santiago, patrono de los alquimistas que también accedían a estos estados en la observación del fuego del atanor.

Pero el mapa nos ha llevado muy lejos, nos permitió poner un vehículo en Marte, un hombre en la luna, hablar en tiempo real con una persona al otro lado del globo y destilar tres veces la ginebra para tomarnos un gin tonic helado bajo el viento del aire acondicionado. Una certidumbre tan poderosa, no es tan simple dejarla de lado.

Por suerte tenemos suerte por un lado tenemos los navegantes, que salen del mapa y vuelven y cuando vuelven nos permiten ampliar los márgenes y por el otro lado  náufragos que nunca quisieron ir lejos, pero la naturaleza de su mismo barco que terminó en pedazos los llevó a descubrir nuevos continentes.

 

Acá les voy a contar en forma muy sintética la experiencia de un náufrago, a veces es difícil creerle a los navegantes, pero solemos prestar más atención a los náufragos, porque no estamos exentos de vivir lo mismo.

Esta breve historia habla de  La doctora Jill Bolte Taylor es una neuroanatomista preparada y publicada en Harvard, que ha dedicado su vida entera a investigar el cerebro humano postmortem y su relación con la esquizofrenia y las enfermedades mentales graves. Pueden ver un video en una charla TED si quieren profundizar su experiencia.

Espero humildemente que este pequeño escrito simplemente les sirva de disparador. No es una verdad, es solo un disparador para observar la forma en que observamos y creamos internamente eso que llamamos «realidad» en el campo de la conciencia. Que puedan experimentar de forma evidente, que no solo no vivimos en un monoambiente, sino que la casa de ese aspecto transcendente más allá del tiempo y las forma, tiene muchas, muchísimas moradas.

Andrés J. Sutkowski.

 

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